viernes, 1 de mayo de 2015

EL ATENTADO DEL 11-M

Tras once años de ocultamiento gubernamental, no solo un profesional de las Fuerzas Armadas o de los Cuerpos de Seguridad sentimos que nos han tomado el pelo, sino también cualquier ciudadano con un poco de sentido común. ¿Alguien cree que unos delincuentes de tres al cuarto, sin preparación técnica alguna, sometidos a estrecha vigilancia policial y por los servicios de inteligencia, la mayoría confidentes, habrían sido capaces de cometer el mayor atentado terrorista de Europa? 
En el plano de la ficción, mi novela "SIN PIEDAD"(Ed. De Librum Tremens) trata ese pasaje tan importante en la reciente historia de España. No creo equivocarme demasiado cuando lo que pasó fuera parecido a lo siguiente:

[i](...)

En una barriada marginal de la localidad de Dijon (Francia), de mayoría musulmana, se iban a reunir Halim Misle y los jefes de la cúpula de ETA, Mikel Gansa y Josu Carnera. No se documentaría ni grabaría el encuentro, condición impuesta por el marroquí. Los espías alauitas tuvieron poco tiempo para preparar el encuentro. Su tradicional contacto con la banda, el batasuno Yusuf Galán, había sido detenido hacía dos años por participar en la célula española del 11-S. Ahora, las comunicaciones con ETA se hacían boca a boca. Esta vez era el máximo responsable de Interior quien acudía personalmente: “Será en el lugar de costumbre, a las tres de la tarde −puntualizó el enlace−; como siempre, tendréis que venir ataviados con turbante y vestimenta islámica. Me ha recalcado que no le deis propaganda”. Los etarras fueron puntuales.

Durante los últimos años se habían reunido en seis ocasiones con los marroquíes, pero a Misle hacía tiempo que no lo veían en persona.
−Es un placer verles de nuevo, señores −les saludó Misle; a continuación agregó−: Espero que el apoyo a vuestra “Brigada en Euskalherría” en Irak sea de su agrado. Hablaremos de ellos, pero antes tengo que proponeros algo de vital importancia.
−Estamos muy contentos con el patrocinio a los nuestros en Irak, apoyando a los compañeros muhahidines en la lucha. Si podemos ayudar, aquí estamos.
−Eso espero, porque de cooperación quería hablarles; pero si les parece, el tiempo es oro e iremos directamente al grano, antes que se nos echen encima los franceses. 
−Los gabachos saben bien cuándo no deben meterse en asuntos que no les incumben −apuntó Carnera.
−Cierto, pero tenemos que darles algo a cambio porque tampoco son tontos. Nuestro contacto en el SORS quiere saber qué pretendemos con esta reunión −dijo Misle−. Siempre le decimos que tratamos negocios sobre la compraventa de armamento, pero no creo que cuele el mismo argumento tanto tiempo. Quisiera dar un salto cualitativo con ustedes. Me explico. Les ofrezco entablar una acción conjunta. Propongo, en definitiva, poner en práctica la teoría propugnada por Iliana Laos, La Doble Presión. 
−La conocemos –dijo Carnera−. Menuda sorpresa. Esto sí que no nos lo esperábamos.
−Antes de nada, decirles que aunque obtenga el beneplácito de su organización, la palabra última la tiene S.M., Mustafá VI. Si durante mi exposición no soy lo suficientemente preciso podrán interrumpirme cuando lo deseen para proporcionarles más detalles. Y si finalmente deciden no participar, por nuestra parte seguiremos tan amigos como siempre.
−Adelante, somos todos oídos −dijo un expectante Gansa.
El marroquí va desgranando la operación: el atentado en Casablanca, el despliegue de agentes en España, hasta que llega el momento de la entrada de ETA.
−(…) Una vez en suelo español, tenemos que elegir objetivos plausibles entre el mundo de la droga, prostitución, tráfico de armas y explosivos y del islamismo; posteriormente, preparar los dispositivos necesarios para llevar a cabo la acción, colocar pistas falsas y controlar los individuos colocados como cebo; finalmente, proceder a su eliminación para no dejar rastros. Se trata de controlar las reacciones de los servicios de seguridad e inteligencia tras la conmoción inicial, confundiéndolos. Realizando bien nuestro trabajo podremos teledirigidos. Ellos no tendrán más remedio que ofrecer una respuesta rápida para hacer ver a la opinión pública que hacen algo, y para cuando se den cuenta carecerán de respuesta. Una acción arriesgada, donde en principio deberán aparecer las señas de identidad inequívocas de ETA, sembrando dudas en los investigadores para que siempre quede el enigma de quién fue la idea de la autoría final. 
Carnera reconoció:
−Sería la primera vez que se llevara a cabo una acción conjunta de esta naturaleza. Un plan genial y audaz, muy arriesgado y peligroso, por eso mismo me gusta. Vamos por partes, en primer lugar, ¿dónde tiene pensado llevar a cabo el atentado?
−Tiene que estar muy frecuentado. Un macro-atentado con el mayor número de víctimas posibles, que convulsione a la sociedad y de paso tenga repercusión internacional. Hemos pensado en la red ferroviaria de cercanías de Madrid, un día laborable con gran afluencia de público, descartando el aeropuerto y el metro por varias razones: primero, porque están más vigilados por videocámaras y en los trenes de cercanía sólo hemos detectado una −estación de Atocha−; segundo, por la propia ubicación del metro –subterráneos− y del aeropuerto (a cierta distancia de la capital y con difícil acceso a una rápida evacuación). En los trenes nos sería también más fácil operar desde fuera, momento después de llevar a cabo la acción. En los alrededores de los andenes, la confusión será propicia para que nuestros agentes puedan colocar más pistas falsas o tomar decisiones ante cualquier incidencia.
−¿Dónde y cuándo se colocarían los explosivos? −preguntó Gansa con curiosidad.
−Se efectuará de madrugada aprovechando el estacionamiento en las vías del apeadero, previo control de la vigilancia privada, que es escasa. La introducción en los vagones y colocación de explosivos podría llevarnos uno o dos días, puesto que ignoramos si tendríamos que llevar a cabo una operación de camuflaje. 
−¿Por qué no utilizar suicidas directamente? −volvió a preguntar Gansa.
−Los suicidas entrarán en juego en una fase posterior. En los trenes hemos descartado una acción directa, o sea, introduciéndonos entre los viajeros para depositar los explosivos durante el trayecto, porque no podemos arriesgarnos a múltiples contingencias que pudieran suceder. Imagínense una avería, una caída de electricidad, un accidente, una parada por causas mecánicas. Quedarían los hombres encerrados en la trampa mortal sin posibilidad de escape. La mejor opción es la colocación previa con temporizadores digitales −descartando otro sistema como los teléfonos móviles por su mayor imprecisión y la ausencia de cobertura en los túneles−, mucho más precisos y sin riesgo para la integridad física, así como de posibles identificaciones por testigos. No obstante, es preciso introducir pruebas falsas que deben ser colocadas, unas antes y otras después de las explosiones. Será la parte de la misión más complicada y arriesgada en la que utilizaremos nuestros mejores profesionales. 
−¿Qué explosivo se empleará? –preguntó Carnera.
−Teniendo en cuenta que cuando la gente se introduzca en los vagones no deben reparar en bultos sospechosos, el explosivo debe estar lo más camuflado posible y adosados en lugares no visibles como papeleras, altillos del portaequipajes y bajo los asientos. De ese modo, el que mejor se adapta y con mayor capacidad destructiva es el C-4. Será una explosión cronometrada a intervalos de milisegundos lo que nos ofrecerá la posibilidad de activarlas en los mismos apeaderos donde la afluencia de gente es masiva y las bajas, por tanto, cuantiosas. Igualmente, la carga explosiva se colocará de forma alternativa, debidamente estudiada por ingenieros para que su expansión afecte al mayor número.
−Nuestra intervención consistiría entonces en aparecer como los principales sospechosos ¿no es así? −insistió Carnera.
−Exacto. Ustedes atentan siempre antes de unas elecciones. En su punto de mira han estado los atentados con víctimas numerosas, y entre sus objetivos aparece frecuentemente la red ferroviaria. Técnicamente dominan los temporizadores a través de teléfonos móviles, y ese dato es conocido por las Fuerzas de Seguridad y el CNI. Deberán limitarse a dejarse ver antes y aparecer como los principales sospechosos. Primero, contactar con suministradores de explosivos utilizando algún enlace de confianza; segundo, desplegar a la luz pública un operativo con explosivos a gran escala; tercero, dejar entrever que van a hacer uso de mochilas-bomba accionadas por teléfonos móviles; cuarto, apuntar a la red ferroviaria. En definitiva, organizar una operación de desinformación, generar numerosos rumores de que se prepara algo gordo. Por supuesto, e insisto otra vez en este punto, ninguno de sus hombres deberá saber nada… ni del operativo conjunto, ni de lo que sucederá con posterioridad. El secreto es la clave para el éxito final.
−Estamos hablando de una acción a varias bandas: nosotros, los islamistas, gente de la red de drogas y explosivos −apuntó Gansa para que profundizara en el planteamiento.
−Deberemos ponernos de acuerdo en utilizar algunos cabezas de turcos de esas redes, que dejen el rastro suficiente para que los servicios de seguridad apunten a su participación. Pero lo primordial es que el día de los hechos todo el mundo dirija la mirada a ustedes, a ETA como autora. A continuación, nosotros nos encargaremos que aparezcan los islamistas. Se montará un traslado paralelo de explosivos, colocaremos mochilas en cuyo interior aparecerán móviles con tarjetas que apunten a los “cebos”. Tras la operación, aparecerán señuelos por las inmediaciones del lugar: una furgoneta con explosivos. Y si las mochilas fueran detonadas por los artificieros, colocaríamos otras en las inmediaciones con idéntico contenido. 
−Por lo que me está asegurando, tienen un control exhaustivo de los islamistas −dijo Carnera.
−La pista de la tarjeta de los móviles será fundamental. Tenemos gente introducida en los locutorios, negocios, asociaciones religiosas, mezquitas. Tenemos localizados colaboradores de Al Qaeda, que están vigilados por la Policía y el CNI, unos controlados, y otros incluidos en la red de confidentes y colaboradores policiales. Cuando tiren de las pistas dejadas como señuelos no les quedará más remedio que acusarles para tapar sus vergüenzas. Estamos seguros que el entramado funcionará porque piensan que Al Qaeda y ETA son radicalmente incompatibles porque funcionan de distinta forma, unos son suicidas y súper-religiosos, ustedes no; y que los yihadistas jamás echarían mano o colaborarían con gente que no fuera islamista. Con la confrontación posterior entre los defensores de la autoría de unos u otros. En ese momento, habremos ganado la partida.
Tras unos momentos de silencio, mientras el marroquí bebía té para reponerse, Gansa preguntó:
−¿Cuánto tiempo tenemos para pensárnoslo? −preguntó Tenera.
−Dense cuenta que la primera operación, en nuestro país, debe ser en mayo. Les rogaría que no más de una semana. 
−La verdad es que no tenemos mucho margen de maniobra −reconoció Carnera, como si estuviera pensando en voz alta−. Nuestra respuesta no puede ser otra que afirmativa sin tener que aguardar ese tiempo de espera −aseguró mirando a Carnera, que asintió.
−Me alegro −dijo Halim, visiblemente contento, y añadió−: Estaba seguro que llegaríamos a entendernos. Si les parece, he venido preparado con algunos nombres que podríamos utilizar de común acuerdo como cebo. Como les dije, debe estar implicado en la red del narcotráfico y explosivos, además de poder relacionarlo con los islamistas. Creo que el mejor de la lista es un antiguo espía de nuestros servicios secretos, Jamal Talibán. Un individuo inestable y poco disciplinado. Tuvimos que expulsarlo del Ejército porque descubrimos que era un agente doble, colaborador de los servicios secretos españoles, pero logró escapar. Ahora se muestra arrepentido y solicitó volver con nosotros, así que no tendríamos dificultad de hacernos con sus servicios. Conoce a varios de los vuestros, y trapichea con drogas y explosivos entre Madrid y el País Vasco. 
−Por cierto, Halim –dijo Gansa− querías decirnos algo de la Brigada Euskalherria. 
−Sí, es cierto, se me olvidaba. Mis hombres en la zona −en realidad, tres agentes infiltrados en el GICM− dicen que miembros del Ejército Islámico de Irak tienen localizados a agentes del CNI. He dispuesto que colaboren con ustedes por si pudiéramos golpearles.
−¡Excelente! –exclamó Carnera.
−Pensarán que se trata de nuestro “Omag” −dijo Gansa a un pensativo Carnera, una vez quedaron a solas en la casa de campo de la Bretaña francesa, donde el Frente Nacional de Liberación de Córcega-Unión de Combatientes (FLNC) los tenía a salvo de las últimas redadas policiales−. Una acción indiscriminada, sin aviso previo y exclusivamente sobre civiles. Hasta en Hipercor dimos advertencia…
−Lo que acaban de proponernos lo llevan pidiendo muchos de los nuestros: una acción espectacular como medida desesperada ante la falta de perspectivas políticas −agregó Carnera.
−¿Tú qué piensas, sinceramente? −preguntó Gansa.
−Tengo mis dudas. Lo que ocurre es que como estamos a punto de hincar las rodillas, si esta gente hace el trabajo sucio y, por encima, acabamos forzando la negociación con Madrid nos habrá tocado la lotería. Por otro lado pienso que quizás nos hayamos precipitado diciéndoles que sí tan pronto. ¿No has pensado la posibilidad que nos traicionen? 
−Como has dicho, en nuestra actual situación no nos queda más remedio que fiarnos. (...)


* TEORÍA DE LA DOBLE PRESIÓN O DE LAS CARGAS, PROPUGNADA POR EL ETARRA, IÑAKI DE JUANA CHAOS: “Si los integristas quisieran, los españoles echaban a correr de aquí en una semana, igual que echaron a correr del Sáhara”. Iliana Laos elaboró la teoría de la Doble Presión o Teoría de las Cargas, también llamada “Pinza Norte-Sur”, que estaba basado en la colaboración entre ETA y el integrismo islamista. 

En definitiva, existen pistas, más que suficientes, para imaginar que los servicios de inteligencia saben qué ocurrió, y la verdad no está demasiado alejada de lo que en su día, en la Comisión Parlamentaria creada al efecto, dijo el expresidente José María Aznar, sobre el atentado, cuya autoria estaba clara (responsables en desiertos remotos o montañas lejanas). La realidad es que, en la actualidad, ETA está en las instituciones democráticas, cobrando del erario público, a cambio de no matar... Eso es lo que han negociado con los gobiernos españoles del PP y del PSOE.

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